NO AL ESTIGMA
La conceptualización del estigma
de la enfermedad mental combina los siguientes conceptos que son bastante actuales
y queremos destacar: los estereotipos (las estructuras de conocimiento
cognitivas), los prejuicios (la consecuencia cognitiva y emocional de los estereotipos)
y la discriminación (la consecuencia conductual del prejuicio).
La estigmatización del enfermo
mental provocada por nuestra sociedad, produce barreras que impiden a la persona avanzar en su vida.
Este estigma provocado por el miedo, la ignorancia y los prejuicios impiden que
el enfermo se integre en la sociedad y
en su familia. A causa de la falta de aceptación la persona con EM deja de
querer tomar medicación, ir al sicólogo o siquiatra ya que le parece que lo van
a estigmatizar más.
L a discriminación a la que se
enfrenta la persona puede surgir en el trabajo, con los amigos, en la familia y
en general, en el entorno social. El rechazo hacia la persona impide que mejore
en su enfermedad ya que su autoestima se reduce y esto no ayuda a que mejore su
salud. El estigma hace que se desprecie al enfermo mental, pero hay que saber
que sólo es una enfermedad más, que se trata con medicación para que la
enfermedad y la persona se estabilicen y pueda seguir con su vida normal.
El efecto antiestigmatización
debe surgir de cada persona con o sin enfermedad mental, con la idea de que
nuestra sociedad irá cambiando con el tiempo. Cabe destacar de que en el ámbito
de la salud mental, el paciente que lucha por mejorar y el profesional que
lucha para que el paciente mejore son fundamentales para que se conozca la
enfermedad y así los prejuicios irán
desapareciendo de nuestra sociedad.
La imagen pública de los trastornos
mentales en los medios de comunicación tiene una gran capacidad de influencia
para modelar las actitudes sociales. En general los estereotipos permanecen arraigados creando desconocimiento
entre la población y discriminación hacia el enfermo mental. Los medios de
comunicación son la única fuente de información sobre la salud mental para la
inmensa mayoría y de ellos depende la opinión que se crea.
Los estereotipos, creencias y
mitos más generalizados y las implicaciones prácticas que tiene los analizamos
a continuación:
La persona con enfermedad mental
como individuo manipulador, obsesivo y peligroso es una visión que considera al
enfermo como a alguien difícil de
comprender y en quien poder confiar. Esto alimenta la incomunicación y el
abismo, recurriendo por parte del público al distanciamiento y evitación.
La persona con enfermedad mental
como genio chiflado desvinculado de la realidad se le atribuyen cualidades
extraordinarias y/o de una supuesta incapacidad absoluta de interacción social.
Esto hace que no se facilite la normalización e integración real de estas
personas.
Como individuo cómico, bufón y
circense son la vulgarización, la ridiculización y la minimización de problemas
clínicos muy concretos y contribuye a distorsionar la esencia, la naturaleza y
la capacidad de impacto de algunos trastornos sobre la vida de una persona.
La persona con enfermedad mental
visto como incontrolable, caótico y rebelde, encontramos una fuerte asociación
casi automática entre el trastorno mental y la incontrolabilidad e
impredictibilidad de la conducta, los pensamientos o las propias emociones. Muy
resistente a cualquier intento de cambio significativo.
La persona con enfermedad mental
como psicópata, criminal y homicida maníaco es un vínculo interesado y generalizado, que
difunde la relación locura con comportamiento violento y explica que la mayoría
de la población considere la distancia como mejor opción.
La persona con enfermedad mental
como individuo desamparado, condenado y marginado se le atribuye el estereotipo
de extremo aislamiento social, incapacidad para el rendimiento laboral o
intelectual, exclusión, ausencia de capacidades y recursos
propios…contribuyendo al vínculo del enfermo mental con su capacidad para
relacionarse eficazmente con su entorno. Convirtiéndose en una visión fatalista
que sabotea cualquier posibilidad de recuperación real y que cuestiona la
utilidad real (y sentido práctico) de cualquier intento de recuperación y rehabilitación,
negando sus posibilidades de integración social.
Y en la persona con enfermedad mental
como víctima de los profesionales de la salud mental donde las implicaciones
prácticas son la contribución al recelo a solicitar ayuda profesional,
generando desconfianza al propio profesional y hacia los psicofármacos.
Concluimos diciendo que la repercusión
que ejercen los mensajes negativos dominantes sobre las propias personas con
enfermedad mental son una reducción en los niveles de autoestima y un impacto
negativo sobre aspectos esenciales en la recuperación como la búsqueda o no de
ayuda profesional o la adherencia al tratamiento farmacológico prescrito. I
poner, igualmente, énfasis en el potencial positivo de este tipo de medios
(documentales, radio, prensa escrita, estudios, asociaciones, internet, etc.)
como herramienta de educación y
sensibilización social.
Taller de periodismo
del CRIS
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